Pedro Saputo

miércoles, 11 de abril de 2007

La Tierra

No es la tierra:

la tierra era perfecta.

Son mis ojos.

La tierra era la esfera eternamente quieta

y siempre sida.

Mis ojos la buscaban,

aunque,

en su buscar nervioso,

la perdían.

La tierra era la esfera

protegida por el cielo.

Mis ojos, sin quererlo, se movían.

La tierra era el lugar de los lugares,

el lugar de mi hogar,

el hogar de mis amores.

La tierra era mi sede desde siempre.

Mis ojos lo decían.

Una lágrima rezó su letanía:

¡La Tierra era la Diosa que nos cría!

Sucedió sin un antes,

primero que los días:

Estoy seguro.

Lo se:

Un éxtasis cerró mis Ojos

que Veían.

Ahora sólo veo

lo que aparece pareciendo

ante mis ojos extasiados que La miran.

Mas Ella no aparece,

ni parece haber estado nunca

aquí

donde los éxtasis del tiempo

se congregan

en mí,

arrojándome tenso

en el vórtice intenso de la vida.

De pronto,

por el aire entreabierto que La afirma,

cruza leve,

como una santa y pura breve brisa

su Forma perfecta sin figura

ante el órgano mudo,

sin canto ni encanto,

de mi vista.

A lo lejos suena grave

aquel otro órgano infinito

que, extasiado en su canto,

encantado La canta

y ante mí la dibuja

como la oculta perfección

que nunca fuera vista.

Y, al pronto,

al fin lo se:

¡La Tierra no se inmuta!

Ni la tierra.

Ni el cielo que la envuelve por arriba.

Ni el Inmutable Cielo

que rige el curvo curso de los días:

¡Yo me inmuto!

Pero, aun inmutado,

muto.

Me muevo.

Sigo un camino

que no sigue otra pista

que aquella que,

cuando el tiempo siquiera no existía,

sentí, con claridad de ojos cerrados,

que hacia lo lejos se perdía.

Y fue por un beso.

Y yo no lo sabía.

Cesa el órgano.

Se apaga

la intempestiva tempestuosa melodía.

Confío en ti.

Se

que esta seda nocturna que me abraza

eres Tú,

que,

en la Sede más honda de mi Vida,

nunca te separaste de mí.

Fui yo quien te apartó hacia lo oculto

por ver si al fin mis ojos te veían.

* * *

Παρμηνιδης


Y la diosa me acogió con delicado afecto. Puso mi mano derecha en su mano; en seguida tomo la palabra, dirigiéndose a mi del siguiente modo:

“¡OH, hombre compañero de inmortales aurigas,

que al galope de tus corceles te conducen a nuestra casa!

Pues no ha sido un sino funesto el que te ha abierto, con anticipación este camino –que está, en verdad, apartado de los hombres, más allá (retirado) de su sendero-, sino tanto el precepto como el orden. Y es necesario que experimentes todo, tanto el desocultamiento de la esfera bien completa, del indisimulable corazón.

como también el aparecer mortal que resplandece, donde no mora ninguna esperanza de desocultamiento.

Sin embargo esto tendrás que experimentar como lo que resplandece,

(en la necesidad) permanece conforme a la apariencia, en tanto resplandece a través de todo y conduce todo(en consecuencia) de este modo a la perfección.

lunes, 5 de marzo de 2007

Hermoso es descubrir...



* * *
Hermoso es descubrir
del Tiempo Ciego el magnifico esplendor
y en sus garras de cielo dejarse fluir
como el pájaro herido que canta al Amor.

Pero aún mas hermoso es aprender
que aún mas majestuoso es reír
reírse callando al sentir
que todo debe perecer
y el tiempo tiene su fin.

Y aún mas hermoso saber
que sobre el gozo de vivir
canta risueño el placer
de olvidar que se vivió,
que amamos, y que se hundió
lo que nunca flotó sino sobre un sueño…